Young hipster guy in eyeglasses holding hand near ear and listening carefully looking interested.

Sabemos que el arma más poderosa de comunicación y venta es la recomendación y el 90% de ella se da en las redes sociales, y si la condición mínima para recomendar una marca es hablar de ella, parece razonable llegar a la conclusión de que las marcas tienen que dar que hablar. En la mayoría de las ocasiones, cuanto más se habla de una marca, más presencia tiene en la vida de la gente y más probabilidades tiene de vender.

La conclusión no es nueva, los libros están llenos de citas famosas referidas a este tema, pero en el siglo XXI es más relevante que nunca. Ya todos estamos conectados a todos en cuestión de segundos.

“Dar que hablar” es una estrategia comercial obligada en una sociedad hiper conectada, dominada por los medios digitales y las redes sociales, en la que se realizan millones de conversaciones cada segundo. Conversaciones que no giran en torno a las marcas sino a la vida, pero para que una marca aspire al éxito debe estar presente en nuestra vida.

Ya no estamos tan expuestos a los medios masivos, o digamos que los medios cada vez son menos masivos y por tanto pierden influencia en nuestra vida. Sin embargo, nuestra vida empieza a dibujarse en torno a las redes sociales y las conversaciones que se dan en ellas.

Las marcas tienen que estar presentes en nuestra vida y si nuestra vida se relata en los canales sociales a través de conversaciones, las marcas tienen que estar en esas conversaciones. Escribirlo es fácil, conseguirlo, mucho menos.

La primera conclusión u objetivo es conseguir activar conversaciones sobre la marca o el producto. Esto tampoco es fácil. Un pobre “community manager” tiene que proponer conversaciones interesantes, como en la vida, para que alguien le quiera escuchar y seguir, pero, la verdad, casi nunca tienen nada interesante que contar, este es su gran problema y riesgo de soledad.

Para que una marca “dé que hablar”, o tiene productos/servicios realmente diferentes y relevantes o crea “productos de comunicación” realmente diferentes y relevantes. Si el producto no da para una conversación interesante, habrá que crear una idea que la genere, normalmente contenidos relacionados con la marca y el producto que trasladen el mensaje adecuado y consigan el objetivo comercial que se busca.

“Dar que hablar” es una estrategia que ofrece infinitos beneficios y riesgos. Están las dos caras de la moneda, que se hable bien de ti y que se hable mal. Y diría que existe otra más, el canto, o sea, que no se hable, que no existas en las conversaciones, la peor de las pesadillas.

Los beneficios son claros, los riesgos también: acabar planteando ideas estrambóticas con el único fin de que se hable de ellas pero que ni trasladan el mensaje de la marca ni consiguen el objetivo que se busca.

No es difícil diferenciar unas de otras. Las primeras, las que ofrecen beneficios comerciales, responden a una estrategia de comunicación a medio plazo, incluso a largo plazo, todo un lujo. Generan conversaciones que giran en torno al mensaje que quiere trasladar y hacer suyo la marca, y se traducen en ventas a corto plazo.

Cuando analizas cualquiera de estos “productos de comunicación” te das cuenta al instante si es un “brindis al sol”, si es incapaz de generar conversaciones o de si realmente el tema de la conversación que genera tiene algo que ver con el objetivo que se buscaba o es pura frivolidad ajena a los valores que se quieren transmitir.

Creo que hoy estamos probando, y está bien, pero tengamos muy en cuenta que no se trata sólo de “dar que hablar por dar que hablar” sino de crear conversaciones que respondan a una estrategia a medio plazo (como mínimo) que trasladen los beneficios y valores de marca plasmados en los objetivos.

Cualquier producto de comunicación no vale, no deberíamos valorarlo y menos, deberíamos tenerlo como ejemplo y guía de nuestro trabajo. Nos estaríamos engañando a nosotros mismos y a nuestros clientes.